¿Se ha fijado alguna vez en esas mujeres que, armadas con una pistola limpiacristales en una mano y un juego de sábanas en la otra, aguardan en el pasillo del hotel a la espera de que salgan los huéspedes? Ésas que cuando regresa del desayuno le han dejado en cuestión de minutos la habitación colocada y limpia y las sábanas de la cama sin una arruga, como usted sólo conseguiría utilizando una plancha y tensores.
Se hacen llamar a sí mismas las Kellys, acrónimo de «las que limpian los hoteles». Un colectivo netamente femenino (como tantas profesiones asociadas a la limpieza y tareas domésticas) vital para el funcionamiento del sector turístico y que, sin embargo, es prácticamente invisible. O así al menos se sienten ellas, invisibles. Como invisible es para el huésped que muchas tengan que medicarse a diario para soportar los dolores provocados por años de movimientos repetitivos y sobrecarga física. O que se enfrenten a jornadas tan intensivas que a veces no tienen un minuto para ir al baño, ni para comer. O que en temporada alta llegan a trabajar 26 días seguidos, sin descanso. O que, en algunos hoteles, si el huésped no sale y no pueden limpiar, les descuentan esa habitación del sueldo.
Hartas de jornadas interminables, de estrés y de dolencias, de ser un pilar en el que se apoya la actividad hotelera y turística, pero al que nadie parece apoyar, han decidido salir del office y reivindicarse en las redes sociales.
Mundo.
