Vivíamos en la era de lo inmediato, de la tecnología, de los viajes baratos y de unas ciudades cada vez más masificadas. Pero entonces llegó una pandemia y las cosas cambiaron: los ciudadanos buscamos pisos con terraza, se potencia el mundo rural y el turismo podría cambiar en el corto plazo. El coronavirus modifica la vida de las personas, y las grandes urbes serán las que más noten los cambios en diferentes aspectos.

La crisis del coronavirus nos ha hecho pasar por muchos estados de ánimos, especialmente desde que comenzó el confinamiento.

Comenzamos con el acopio de papel higiénico, los bailes, juegos y música desde los balcones. Pasamos de una emoción a otra muy rápidamente, los aplausos se mezclaron con las caceroladas y comenzaron las disputas en los grupos de WhatsApp de amigos, familiares, los contagios, los fallecimientos, ni cuando han comenzado a emerger historias terribles sobre personas que se van y nadie puede despedirlas dignamente.

Decían “cuando llegue la vacuna todo se arreglará“, y seguimos igual o peor, ahora llegan las diferencias. Y es que si no te vacunas te señalan, no te dejan entrar a los lugares de ocio, o sitios donde piden el pasaporte. Esto es el acabose, ahora quieren implantar un microchip bajo la piel con el pasaporte Covid…

Nos da la sensación que esto sigue siendo un cuento y no el de “María Sarmiento”…

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