En la sociedad actual, a menudo se subestima la relevancia de los mayores, sin embargo, su papel es fundamental en múltiples aspectos de la vida comunitaria y familiar.
En ocasiones, nos quejamos por costumbre, sin percatarnos de que únicamente poseemos derechos, mientras que las generaciones de nuestros mayores han enfrentado principalmente obligaciones.
Su existencia no ha sido sencilla; rara vez han buscado ayuda profesional, como ir a un psicólogo, han enfrentado limitaciones en sus relaciones íntimas, y han tenido dificultades para expresar sus opiniones. Aun así, han trabajado arduamente, cumpliendo con sus deberes y cultivando toda una generación.
No busco refugio bajo el abrigo de un árbol que yo mismo haya sembrado, ni sacio mi sed en las fuentes que he edificado; pues en realidad, no he contribuido en nada, ya que todo ha sido fruto del esfuerzo ajeno.
Se trata de personas que emergieron de un conflicto fratricida y erigieron una nación, demostrando una dignidad, nobleza e inteligencia casi innatas, a pesar de sus limitadas oportunidades educativas, y que, a lo largo del tiempo, han sido objeto de la opresión por parte de gobiernos carentes de ética.
Los mayores no solo son depositarios de conocimientos y experiencias, sino que también representan un pilar esencial para el desarrollo social y cultural. Hay que destacar que nuestros mayores constituyen una pieza muy importante en la sociedad. Son transmisores de sabiduría y experiencia. Además, son los encargados de mantener unida a la familia, dar consejos y apoyo emocional, cuidar a los más pequeños, incluso de ayudar económicamente.
Por consiguiente, considero que en cada comunidad debería erigirse un homenaje a estas personas, abandonando así trivialidades innecesarias.