Esta situación es de tal magnitud, que solo aquellos que sean o seamos capaces de tomar conciencia de ello, nos posibilitará centrarnos en lo importante, lo prioritario, en lo que nos es común a todos como sociedad.
Una supervivencia lo más llevadera posible en convivencia y bienes y servicios públicos prioritarios debe ser objetivo común irrenunciable.
Al margen de la ciudadanía, lo que menos importa a los posibles instigadores de esta barbarie, es el índice de acierto de nuestros gobernantes, locales, autonómicos, nacionales, europeos, lo que, sí que les importará y mucho será nuestra Unión como ciudadanos, de ahí dependerán los tiempos, éxito o fracaso de sus propósitos, que no son otros que un mayor control de toda una sociedad y de los rendimientos que pueda prestar. Es por ello, muy importante reflexionar y canalizar hacia donde debemos posicionar nuestras energías en los próximos tiempos, la toma de conciencia, empatía y como entenderemos nuestra nueva relación con la naturaleza, jugará un papel fundamental para evitar vernos abocados al caos.
Como siempre será la ciudadanía en general la que tendrá la última palabra, aunque las pruebas sean duras, arriesgadas y comprometidas a la vez que enriquecedoras, porque se trata del otro junto a mí no sobre el otro, ésta forma última de producirse seriamos blanco fácil.
Un reto crucial y apasionante como sociedad tenemos ante nosotros, eso sí, hasta el momento con muchas más comodidades y servicios que en otros episodios cruciales de la humanidad. Son momentos de acciones racionales que deben ir cargadas de sentido común, empatía y solidaridad.