Turismo de cercanías “Último recorrido: las orillas del Vinalopó”

por | Nov 18, 2022 | Sociedad

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Para visitar los rincones de especial interés paisajístico que presenta este río a su paso por el término de Sax, tendremos que descubrir, hurgar en la maraña de vegetación que puebla el cauce, sentirnos dentro de la naturaleza, sentirnos recorridos por el interés por la exploración que ha caracterizado a nuestra especie durante miles de años. Deberemos avanzar con entusiasmo aunque, desde lejos, destaque sobre todo un conjunto de superficies improductivas, de bancales abandonados en una y en otra orilla.

El espectáculo comienza a tomar importancia cuando avanzamos a pie, a ras de tierra, al lado del cauce y sentimos, de repente, la necesidad de elevarnos sobre las punteras de las botas para divisar lo que nos ofrece la vuelta del recodo o lo que se esconde tras la masa de vegetación ribereña compuesta, sobre todo, por cañas y por taray. Nuestro interés se aviva cuando conseguimos atravesar los trechos que presentan mayores dificultades -un paso embarrado, una grieta abierta bajo nuestras pies y al borde del terraplén-, cuando conseguimos recorrer las trochas menos transitadas y tenemos que apartar la maleza con las manos y también con los brazos si es preciso, cuando nos vemos obligados a utilizar el fondo de los canalillos de cemento ya en desuso. La aventura forma parte también de esta propuesta de itinerario rural porque no hay camino ni senda que vaya al lado del agua y porque, a veces, para salvar la corriente, tendremos incluso que transitar sobre un puente construido con tablones, o con troncos temblones y resbaladizos, o pasar por un vado en el que apenas sobresalen dos o tres pedruscos distribuidos irregularmente. Constituye un placer pero también un peligro pasar por en medio de las alamedas, por unos espacios que permanecen en sombra de forma continua, muy húmedos y enmarañados.

Son pocas las especies de animales acuáticos que sobreviven en la comarca del Alto Vinalopó, pero, por muy pocas que sean, necesitan una mínima corriente de agua, el líquido elemento pasando y repasando, deteniéndose, estancándose, formando de vez en cuando alguna poza. El muy modesto río presenta, para el turista, el interés añadido de que funciona como elemento vertebrador de nuestro entorno al recorrer de norte a sur el valle de Sax, el interés de que podemos avistar su cinta verde desde lo alto de las cuatro grandes montañas que nos rodean, desde Camara, Cabreras, Peña Rubia y El Carrascal. Es un curso de agua necesario para que no se seque la mancha del insignificante pero también único humedal de la comarca, para que puedan vivir camufladas en medio de la espesa vegetación del cauce las especies animales que tienen allí su escondite. De lo contrario, si el curso no estuviera en activo, no hablaríamos, en esta entrega de la serie “Turismo de cercanías”, sobre un posible recorrido por la orilla del Vinalopó, no tomaríamos siquiera en consideración este paraje como posible itinerario.

En el caso de este último recorrido por los alrededores del pueblo, podemos salir a media mañana por la orilla izquierda y en dirección a La Colonia de Santa Eulalia, y regresar, si es un día de invierno en que las horas de luz son pocas, por la otra orilla a la hora de la puesta de sol, que va a convertirse en el momento culminante de la jornada de senderismo. Hay que estar al lado del cauce en ese momento del día para poder disfrutar del vuelo rasante y de la algarabía que los bandos de tordos, y de otras especies de pájaros más pequeños, producen todas las tardes antes de ponerse definitivamente a dormir en el cañar; para poder contemplar los repentinos aterrizajes sobre la cresta de las cañas y también los repentinos despegues, hasta que finalmente los estorninos deciden dejar el juego y permanecer al abrigo del cauce, hasta que dejan de volar y de piar y se hace de pronto el silencio y llega la calma absoluta. Al mismo tiempo que se pone el sol  crece la humedad, el relente por todo el paraje, si se da el caso de que el atardecer es sereno y de que ni siquiera una ráfaga de brisa se atreve a mover la cresta de las cañas.

Este hilo de agua pervive, completa su curso, ha conseguido mantener su nombre y su condición de río a través de larguísimos periodos de sequía, por lo que lo podemos considerar como una pequeña joya en cuanto a rendimiento medioambiental. Lleva el agua mezclada con partículas de tierra en suspensión, su paso, más que lento, resulta agónico en algunos puntos, no se puede decir que presente agua cristalina en ningún tramo; pero lo cierto es que nunca se rinde. A veces corre por el fondo a través de una especie de canal excavado en el fango por la propia corriente y, otras veces, por el contrario, se extiende en forma de delgadísima lámina de agua por debajo de las cañas. En ocasiones, baja rápidamente y hasta lo podemos oír si caminamos al lado; en otros tramos, por el contrario, allí donde más se ensancha o se estanca, resulta inaudible y pasa sin delatarse. Observamos que su paso puede ser tan lento a veces, que nos da la impresión de que no va a poder superar el próximo hundimiento del terreno. Pero los que ya lo tratamos desde hace mucho sabemos que nunca sucede así, que nunca se interrumpe del todo; estamos convencidos de que salvará con cierta dignidad los obstáculos imprevistos. No siempre es audible ni siempre es visible por culpa del manto vegetal, pero, en todos los casos, el caudal insignificante, el hilillo de agua es suficiente para que se desarrolle una flora y una fauna acuática que no se dan en ninguna otra parte de nuestro término municipal. Si decidimos andar por la orilla del Vinalopó, descubriremos que de repente se abre un claro en el fondo del cauce, en medio de las cañas, y, en ese tramo, deberemos andar más atentos pues podemos sorprender al grupo de las gallinetas, o pollas de agua, que ha salido a tomar el sol.

Un poco de agua es mucho para toda estas plantas ribereñas y para toda la actividad de las aves que tienen por aquí su dormitorio, para los chopos y para los grupos dispersos de olmos, para los álamos, para las grandes matas de taray. Y también para algún bosquecillo de pinos, que no necesita del agua corriente para sobrevivir pero que sirve como llamativo contrapunto al lado de las especies de hoja caduca, que aporta otro tono de verde al paisaje. Es posible que, durante este corto trayecto, lleguemos a la conclusión de que la vida silvestre no se extiende por ningún otra parte del término con parecida variedad y pujanza.

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