Desde hace ya algunos años, cada mes o mes y medio, el profesor del instituto de Sax Juan Antonio Negrete convoca, por medio del “guasa” o por el sistema todavía más simple del boca a oreja, una reunión de aficionados y aficionadas locales a la filosofía.
Y, cuando llega el día señalado, nos juntamos en algún sitio bajo techo y abierto al público con ilusión y nos ponemos a debatir sobre un tema que, de entrada, nos parece que puede dar de sí, que puede ocasionar una apasionante confrontación de puntos de vista. Se trata también de unos debates en los que cada participante en la reunión puede exponer su opinión sobre el asunto del día y en el que, hasta ahora, no ha habido que limitar la libertad de expresión porque todos nos comportamos de manera civilizada.
Esta iniciativa de Juan Antonio Negrete es fruto del amor al arte o, en su caso, será mejor decir del amor a la filosofía, porque, que yo sepa, no cobra por la labor de preparación y de coordinación, ni siquiera le sirven el esfuerzo para aumentar su prestigio pues no se le da ninguna publicidad al acto y no creo que, en consecuencia, se entere mucha más gente de los quince o veinte sajeños que asistimos de manera habitual. Su papel consiste en coordinar la sesión en el sentido de que propone un tema, si a los demás no se nos ocurre ninguno, y de que va concediendo la palabra para que los asistentes no nos amontonemos y hablemos varios a la vez. Si ve que no fluye el debate, entonces sí interviene él y saca a relucir a los clásicos para abrir nuevos caminos a la conversación; pero se nota que, en general, prefiere que opinemos el resto de los reunidos porque esto demuestra que el debate coge vuelo, que el tema nos resulta interesante, que se aviva nuestro interés por pensar y por opinar, como parece que le ocurría también a su querido Sócrates, al gran filósofo de la antigua Grecia.
La última reunión de los interesados en la filosofía se celebró en el local de los pensionistas de Sax y fue alrededor del tema de si todos los seres humanos tenemos un precio. Resultó una cuestión que todos los asistentes consideramos de interés filosófico y que originó numerosas intervenciones.