La vida moderna crea hábitos individualistas, de repliegue sobre uno mismo o, como mucho y con algo de suerte, sobre la familia más inmediata, la del cónyuge o los hijos. Cada vez más y con menor elección posible, los ritmos que abrazamos día a día nos arrojan a la prisa y nos distraen el tiempo y la atención que debiera merecer nuestro entorno social.
Como vida que es, el entorno humano siempre está cambiando. Y cuando te enteras, a menudo de golpe por no haber prestado la suficiente atención, de la desaparición de personas que siempre han estado ahí, de la gente popular de verdad, si te has criado o vivido mucho en el lugar notas aún más el desgarro en tu paisaje emocional. Es lo que me viene sucediendo con algunas de las noticias de fallecimientos que me llegan, cada vez con más frecuencia por causa de la edad. Y ya es triste que tengan que convertirse en eso, en «noticias» difundidas por avisos escuetos de medios de comunicación o redes sociales cuando, viviendo en un pueblo, qué mejor que enterarse de estos trances con la conversación y la mirada emocionada de alguien que fuera cercano…
Gaspar Domenech Ganga siempre ha estado presente. No solo en mí que, siendo de la misma generación, con él he compartido el tiempo y el espacio. Gaspar, creo yo, ha formado parte de eso que, en feliz expresión que acuñó hace unos años el fotógrafo José Mª Espí para una galería suya de retratos de personajes locales, puede calificarse como «la aristocracia del pueblo», o sea, aquellos que por su personalidad, carisma o circunstancias se sitúan en una posición bien visible, más allá de los perfiles habituales que, por serlo, resultan grisáceos o difusos.
Eran muchos, quizás casi todos los sajeños, los que lo conocían, saludaban y con él departían. Muchos eran los que reconocían su capacidad de trabajo; desde el año 1991 en el que entró a formar parte de la familia Persax o también la de disfrute de su ocio, por ejemplo, saboreando con dignidad, y siempre con buena presencia, su cerveza negra favorita. En fin, eran muchos, también, los que lo ovacionaban en sus pundonorosas participaciones en las carreras atléticas por las calles del pueblo.
La Fiesta era importante para él. En las filas de los Cristianos siempre esperábamos sus vivas a la Comparsa, incluso cuando los lanzaba, con redoblada energía, en alguna altura comprometida de la calle San Sebastián. Y todos, Cristianos o no, sabían que, más que un festero con la tradición heredada de su padre (el gran Gaspar Domenech «el Tano»), él, por sí solo, ya era parte sustancial y característica de la veterana formación.
En el libro Fiesta e Historia, que es el de la historia de la Comparsa de Cristianos y de la fiesta de Sax, en la página 610 se publica una foto humilde y ya añeja en la que aparecemos los autores de ese libro. Allí, junto al recordado Vicente Algarra Torreblanca, aparece también Gaspar Domenech Ganga porque, por supuesto, la autoría de un libro así no podía corresponder solo a quienes lo escribieron o dieron forma física. Los autores principales de la Fiesta y de su historia son, claro está, aquellos que la han hecho y vivido con plenitud. Por eso no se me ocurre mejor representación para los innumerables grandes festeros que forjaron la Fiesta que esa foto que Joaquín Blas eligió para rematar el libro, con las figuras de Gaspar y Vicente.
Hace unos años Gaspar fue designado Presidente Vitalicio de la Peña Cristiana de Gachamigueros «el Tano». Es obvio que el nombre de esa cantera de gastrónomos se eligió en honor de su padre, que fuera legendario elaborador del plato típico. Ahora, habiendo caducado por desgracia el adjetivo de su título, no tengo ninguna duda de que la asamblea de la Peña acordará la prolongación de su mandato otorgándole a su presidencia la calificación de «perpetua», «eterna» u otra similar. Y es que, quiero creer, y en estos momentos estoy convencido, que allá en la otra dimensión Gaspar puede contar con el impagable apoyo de la experiencia del Tano. Y tendrá a su Secretario al lado. Y a otros miembros de la Peña, y también de la Comparsa y de la Fiesta para, por fin, poner en marcha ese gran certamen de gachamigas que venía pergeñando desde hacía algunos años.
Como el ritmo moderno de vida que me domina no me ha permitido hacerlo en condiciones, aprovecho estas líneas para ofrecer mi expresión más sincera de dolor a Asunción, su madre; y a Juanjo; y al resto de sus familiares y seres queridos o cercanos, que en el caso de Gaspar han sido muchos.